San Zacarías Malaquías

 

Zacarías

El nombre de Zacarías, común a más de veinte personajes del Antiguo Testamento, tiene en hebreo el hermoso significado de Dios se acuerda, o el recordado de Dios, es decir, que su sola enunciación significaba un acto de fe en el Dios vivo.

Zacarías, hijo de Baraquías, y nieto de Addo (Esdr. 5, 1 y 6, 14, le llama hijo de éste en sentido lato), comenzó a profetizar en el mismo año que Ageo (520 a.C.). No parece, pues, ser, como muchos creyeron, el mismo saerdote Zacarías que Jesús cita en Mat. 23, 35 y Luc. 11, 51, pues, se considera que éste fue asesinado unos 330 años antes, por orden del rey Joás (II Par. 24, 21), y que era hijo de Joíada, siendo este nombre, según San Jerónimo, un apodo de Baraquías. La actividad profética de Zacaríasabarca dos años (520-518),. Según otros, algo más.

Mientra Ageo exhorta al pueblo principalmente a la restauración del Templo, Zacarías, con su autoridad de profeta y de sacerdote de la tribu de Leví (Neh. 12, 16), y con un celo que se alaba en Esdr. 6, 14, “tomando como punto de partida el estado de aflicción en que se hallaba entonces Jerusalén … anima, consuela, exhorta mostrando el porvenir brillante reservado a Israel y las bendiciones abundantes que se unirán a la restauración del Santuario de Jehová “ (Fillion), para lo cual expone ante todo ocho visiones ( cap. 1 a 6). Los capítulos 7 y 8 que forman la respuesta a una consulta, contienen enseñanzas espirituales y son, como Is. 37-39, un nexo entre la primera y la última parte de la profecía. En los restantes capítulos (9 a 14), cuya magnificencia es comparada con la de Isaías, el profeta vaticina el reino mesiánico, que es el fín y objeto principal de sus profecías, y muestra a Cristo en sus dos venidas: rechazado y doliente en la primera, triunfante y glorioso en la segunda. Véase y compárese Zac. 9, 9 (el Mesías montado en un asnillo, cfr. Mat.21, 5); 11, 12 ss. (traicionado y vendido, cfr. Mat. 27, 9); 12, 10 ss. (traspasado por la lanza, cfr. Juan 19, 37); 13, 7 (abandonado por los suyos, cfr. Mat. 26, 31).

La crítica racionalista niega la unidad de este libro, atribuyendo la última parte (9 a 14) a otro escritor anterior al cautiverio de Babilonia. A esto se opone la tradición, constante de la Sinagoga y de la Iglesia, demostrando, principalmente, no sólo que no existe prueba alguna de ello, sino también que la vuelta de la cautividad es presentada en ambas partes de Zacarías como imagen de la felicidad futura prometida a Israel, y descrita de la misma en Vigouroux, Cornely, Knabenbauer, etc., otros paralelismos importantes entre textos de Zacarías y los profetas Jeremías, Ezequiel, Sofonías, etc., que muestran que aquél se sirvió de ellos y no pudo por tanto ser anterior a la toma de Jerusalén por Nabucodonosor. Estos textos, que fueron admitidos como argumento decisivo por un crítico racionalista como de Wette, haciéndole cambiar de opinión sobre la autenticidad del final de Zacarías, son los siguientes:  9, 2 y Ez. 28, 4; 9, 3 y IRey. 10, 27; 9, 5 y Sof. 2, 3; 10, 3 y Ez. 34, 17; 11, 4 y Ez. 34, 4; 11, 3 y Jer. 12, 5; 13, 8 s. Y Ez. 5, 12; 14, 8 y Ez. 47, 1-12; 14, 10 s. y Jer. 31, 38-40 s. y Ez. 43, 12 y 44, 9.

 

Malaquías

 

Malaquías significa  Mensajero mío (cfr. 3, 1), o Angel del Señor (así lo llama la versión griega), y de ahí que Clemente Alejandrino, Orígenes y otros Padres, a falta de datos sobre la persona del profeta, lo tomasen por un ser celestial. Mas tal opinión no se funda en argumento real alguno; tampoco lo admiten los exégetas modernos. El Targum de Jonatán dice, en cambio, que Malaquías era simplemente un nombre adoptado por el mismo Esdras para escribir la profecía.

La serie de los Profetas Menores se cierra con Malaquías, que vivió en tiempo de Esdras y Nehemías, casi un siglo después los profetas Ageo y Zacarías, cuando el Templo estaba ya reedificado y se había reanudado el culto. Malaquías sólo será sucedido, cuatro siglos más tarde, por el Precursor, a quien el mismo anuncia (como también la vuelta de Elías: cfr. 3, 1 y 4, 5 s.), y a quien Jesús había de caracterizar como el último y mayor Profeta del Antiguo Testamento, al decir: “La Ley y los Profetas llegan hasta Juan” (Luc. 16, 16).

Después de recordar, como una sentencia que agrava la culpa de Israel, cuánto fue el amor de Dios por su pueblo, Malaquías lucha contra los mismos abusos contra los cuales se dirigen los libros de Esdras y Nehemías, es decir, la corrupción de las tribus vueltas de Babilonia. “El estado moral de los judíos en Palestina se hallaba entonces bien lejos de ser perfecto. Una profunda depresión se había producido a este respecto desde los días mejores en que Ageo y Zacarías promulgaban sus oráculos. Malaquías nos muestra a la nacion teocrática descontenta de su Dios porque tardaban mucho, según ella, en realizarse las promesas de los Profetas anteriores” (Fillion).

Empieza tratando de los sacerdotes y del culto, por lo cual reprende a los ministros del Señor que se han olvidado del caracter sagrado de su cargo (1, 6 a 2, 9). Predica luego contra la corrupción de las costumbres en el pueblo (2, 10 a 3, 18), los matrimonios mixtos y los frecuentes divorcios, y exhorta a pagar escrupulosamente los diezmos. Al final anuncia la venida del Precursor Jesucristo, y la del mismo Señor, como también la segunda venidad de Elías para preparar el gran día del Señor, juntamente con predicciones mesiánicas muy importantes. (cfr.3, 1 ; 4, 5-6).