Evangelio del día

Evangelio según San Lucas 21,1-4.

¿Qué tipo de semilla soy?

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre, concédeme ser una buena semilla en mi vida cristiana, para que dé frutos de amor por ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 36-43

En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo».

Jesús les contestó: «El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que las siembra es el diablo; el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederán al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«La buena semilla son los ciudadanos del reino». Los que crecimos en el campo sabemos que hay varios tipos de semilla; tenemos la semilla que de por sí viene ya mala; también la semilla que está un poco humedecida pero solo hay que ponerla a secar y queda lista; la semilla que, aparentemente, es muy bella por fuera, pero que cuando se siembra no da mucho; está, también. la que absorbe todos los nutrientes y, al final, casi no da buen fruto o a veces no da nada; y, por último, la semilla buena que la siembras, muere y da fruto en abundancia. Y nosotros, ¿con cuál tipo de semilla nos identificamos? ¿Cuál tipo de semilla soy? ¿Y qué tipo de semilla quiere Dios que yo sea? Creo que estas preguntas serían buenas para un examen de conciencia corto.

Indudablemente Dios quiere que yo sea del último tipo de semilla del que hemos hablado arriba, o sea una semilla buena, una semilla que tendrá dificultades, pero una semilla que sabe darse, una semilla que sabe morir a sí misma para que otros puedan disfrutar de los frutos que dé, y aun cuando ya está dando frutos se tiene que podar y debe sufrir un poco para ser más fructífera; pero siempre es una semilla que sabe sufrir con paciencia, y no solo eso, sino que sabe que es el tipo de semilla que Dios le está pidiendo que sea. Pidamos la gracia a María, ella que fue la semilla ideal, para que podamos dar fruto y fruto en abundancia.

«La parresia expresa las cualidades fundamentales de la vida cristiana: tener el corazón vuelto a Dios, creer en su amor, porque su amor ahuyenta cualquier temor falso, cualquier tentación de esconderse en la vida tranquila, en la respetabilidad o incluso en una sutil hipocresía. Todas son polillas que arruinan el alma. Es necesario pedir al Espíritu Santo la franqueza, el valor, la parresia, siempre unidas con el respeto y la ternura, al dar testimonio de las grandes y bellas obras de Dios que él realiza en nosotros y en medio de nosotros. Y también en las relaciones dentro de la comunidad es necesario ser siempre sinceros, abiertos, francos, no miedosos, ni perezosos, ni hipócritas. No, abiertos. No estar aparte para sembrar cizaña, murmurar, sino esforzarse por vivir como discípulos sinceros y valientes en caridad y verdad. Este sembrar cizaña, destruye a la Iglesia, a la comunidad, destruye la propia vida, porque te envenena a ti también. Y los que viven de chismorreo, que van siempre murmurando uno del otro, a mí me gusta decir – yo lo veo así— que son “terroristas” porque hablan mal de los demás; pero hablar mal de alguno para destruirlo es hacer como los terroristas: va con la bomba, la tira, destruye y luego se va tranquilo. No. Abiertos, constructivos, valientes en caridad».
(Discurso de S.S. Francisco, 10 de mayo de 2018).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Que pueda morir hoy a mí mismo y haga una obra de caridad con el que más lo necesita.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.