San Juan de Matera.
Nació en Matera (Lucania-Italia) en el seno de una noble familia. Desde muy joven quiso ser eremita y solicitó hospitalidad en el monasterio de Taranto, pero como era un hombre poco hablador, fue juzgado de carácter antipático y por ello alejado del monasterio.
Marchó a Calabria, uniéndose a los monjes de Montevergine junto a san Guillermo de Vercelli, su fundador, pero lo dejó para ser predicador en Bari; luego se dirigió a Sicilia viviendo en continua penitencia y por último se refugió en Ginosa en la Puglia, donde recibió de san Pedro la orden de reparar su iglesia; como san Francisco, entendió en una reparación arquitectónica, y junto con unos compañeros se puso al trabajo, pero fue encarcelado acusado de posesionarse de un tesoro. Se dio cuenta que lo que tenía que rehacer era la iglesia espiritual y salió de su aislamiento convirtiéndose en un predicador de gran éxito en toda la Italia meridional. Fue acusado de herejía, pero, la humildad que demostró en su proceso, hizo que se exonerase de los cargos. En Pulsano fundó, bajo la regla de San Benito, un monasterio que toma su nombre, Congregación de Pulsano que sobrevivirá algún tiempo. En su Vita se dice que fue un hombre de oración, solitario, y de una intensa vida mística. Tiene culto local.